lunes, 19 de noviembre de 2012


¡Cuantas mentiras y necedades proceden de la política educativa! Estas mentiras tienen un proceso: comienzan por ideas buenas que, en general, en teoría muestran un rico potencial educativo (por ejemplo la necesidad de que a un alumno se le explique teniendo en cuenta lo que previamente sabe para que se produzca aprendizaje). Estas ideas llegan desde los teóricos de la educación a los políticos y, con suerte, pasan a formar parte de los textos legales con cierta pureza. Puede ocurrir, con cierta frecuencia, que lleguen distorsionadas y en el peor de los casos ocurre que lo que es una consideración recomendable, se convierta en una orden. Posteriormente esta orden pasa al ámbito de quien la tiene que aplicar y para ello la traducen (traducción/ traición) a un contexto escolar. Después, siguiendo el hilo, termina siendo objeto de vigilancia para comprobar si se ha programado bien, cómo se ha valorado con una puntuación que la acota y cómo es anot
ado el resultado en una tabla. Una tabla donde los decimales llegan, o pueden llegar, a la centésima. ¡Cuánto imbécil suelto! y cuánto bodrio sin contención ...
Y es porque, desde que nace la idea que reproduce cómo un alumno aprende, hasta que se difunde al profesorado en programas de formación idiotizadores (por salirse de lo prescriptivo -que sería de obligado cumplimiento- y degenerar en lo políticamente acertado) ha sufrido severos cambios hasta llegar al consumidor. Un consumidor que huye de que se le midan sus nociones previas en exámenes/pruebas sin avisar para que se vea lo poco que sabe, ...
Así, aquella teoría bien construida ha terminado en una desnaturalización que puede llegar a ser la antítesis de su origen. Y es que lejos de dejar que estas ideas fluyan y mantengan su categoría pedagógica –la mayoría de las veces mantenida cuando entra en la vía prescriptiva, se las "p...tituye" convirtiéndolas en ínfulas de saber que los más tontos utilizan como viaducto para enarbolar unas prácticas que cuanto más insustanciales, más se adornan con términos también insustanciales. Tanto, que, cuando por fin se consigue que se utilicen con asiduidad y lleguen a formar parte del bagaje pseudo-lo-que-queramos, desaparecen ahogados por otros a cual más inútil. Es igual. Se adornan para su difusión con el cartel abrumador de PRÁCTICAS INNOVADORAS. ¡Angustioso!