¡Cuantas
mentiras y necedades proceden de la política educativa! Estas mentiras
tienen un proceso: comienzan por ideas buenas que, en general, en teoría
muestran un rico potencial educativo (por ejemplo la necesidad de que a
un alumno se le explique teniendo en cuenta lo que previamente sabe
para que se produzca aprendizaje). Estas ideas llegan desde los teóricos
de la educación a los políticos y, con suerte, pasan a formar parte de
los textos legales con cierta pureza. Puede ocurrir, con cierta
frecuencia, que lleguen distorsionadas y en el peor de los casos ocurre
que lo que es una consideración recomendable, se convierta en una
orden. Posteriormente esta orden pasa al ámbito de quien la tiene que
aplicar y para ello la traducen (traducción/ traición) a un contexto
escolar. Después, siguiendo el hilo, termina siendo objeto de vigilancia
para comprobar si se ha programado bien, cómo se ha valorado con una
puntuación que la acota y cómo es anot
ado
el resultado en una tabla. Una tabla donde los decimales llegan, o
pueden llegar, a la centésima. ¡Cuánto imbécil suelto! y cuánto bodrio
sin contención ...
Y es porque, desde que nace la idea que
reproduce cómo un alumno aprende, hasta que se difunde al profesorado en
programas de formación idiotizadores (por salirse de lo prescriptivo
-que sería de obligado cumplimiento- y degenerar en lo políticamente
acertado) ha sufrido severos cambios hasta llegar al consumidor. Un
consumidor que huye de que se le midan sus nociones previas en
exámenes/pruebas sin avisar para que se vea lo poco que sabe, ...
Así, aquella teoría bien construida ha terminado en una
desnaturalización que puede llegar a ser la antítesis de su origen. Y es
que lejos de dejar que estas ideas fluyan y mantengan su categoría
pedagógica –la mayoría de las veces mantenida cuando entra en la vía
prescriptiva, se las "p...tituye" convirtiéndolas en ínfulas de saber
que los más tontos utilizan como viaducto para enarbolar unas prácticas
que cuanto más insustanciales, más se adornan con términos también
insustanciales. Tanto, que, cuando por fin se consigue que se utilicen
con asiduidad y lleguen a formar parte del bagaje
pseudo-lo-que-queramos, desaparecen ahogados por otros a cual más
inútil. Es igual. Se adornan para su difusión con el cartel abrumador de
PRÁCTICAS INNOVADORAS. ¡Angustioso!
ado
el resultado en una tabla. Una tabla donde los decimales llegan, o
pueden llegar, a la centésima. ¡Cuánto imbécil suelto! y cuánto bodrio
sin contención ...
Así, aquella teoría bien construida ha terminado en una desnaturalización que puede llegar a ser la antítesis de su origen. Y es que lejos de dejar que estas ideas fluyan y mantengan su categoría pedagógica –la mayoría de las veces mantenida cuando entra en la vía prescriptiva, se las "p...tituye" convirtiéndolas en ínfulas de saber que los más tontos utilizan como viaducto para enarbolar unas prácticas que cuanto más insustanciales, más se adornan con términos también insustanciales. Tanto, que, cuando por fin se consigue que se utilicen con asiduidad y lleguen a formar parte del bagaje pseudo-lo-que-queramos, desaparecen ahogados por otros a cual más inútil. Es igual. Se adornan para su difusión con el cartel abrumador de PRÁCTICAS INNOVADORAS. ¡Angustioso!